Llegamos a Marrakech sin saber que hora era, y fuimos directos al primer autobús que vimos, con la suerte de que pasaba por nuestra plaza, Djemma el Fna, eso parecia Sol en plenas navidades, pero a lo gonzo. Sorteando monos, serpientes, motos kamikaze… fuimos en busca de nuestra posada, un buen Riad en el que después nos sablarian con una cachimba. Llegamos gracias a una maravillosa persona que nos llevó entre callejones, al cual le pedimos una vuelta de primer contacto, tomando un te a la menta buenísimo. Más tarde decidimos dar una vuelta por la plaza, lo que se convirtió en una experiencia inolvidable, este momento lo llamamos “locura Juan”, enseguida se mimetizó y cuando me quise dar cuenta ya estaba disfrazado como uno de ellos, no le faltó de nada, ni el mono al hombro. Bastante hambrunos decidimos ir a comer, era un lugar en donde numerosos chiringuitos como diríamos aquí, se peleaban por que comieras en uno de ellos, aquí empezaba otra lucha, la nuestra con nuestros estómagos y las especias. Terminada la cena nos dimos un paseo por la medina, perdiéndonos entre sus miles de calles iguales, con millones y millones de tiendas. Entre mirar y mirar uno nos debió ver pinta de curiosos, y nos llevó al lugar donde fabricaban las babuchas, adiós a la idea de trabajar en buenas condiciones. El camino de vuelta fue entretenido, entre caballos lanzando mordiscos a los motoristas y los niños susurrándote “¿hachis?”, conseguimos llegar sin saber como a nuestra habitación. En este momento decidimos hacer este diario.
Día 18: Despertamos a una buena hora, nuestras tripas ya nos empezaban a avisar de que el cambio había sido brusco, (hay platos que ellos solos tienen 45 especias), decidimos fumarnos un piti energético, junto a una barrita energética, o alimento para pájaros, como decían Juan y Azahara, pronto se bautizaría como “La Fatima”. Nos fuimos de paseo, a ver que nos ofrecía Marrakech de día, y conseguimos llegar a un palacio superimportante que luego resultó que no eran más que unas ruinas, palacio el Badi se llamaba. Vimos desde fuera un par de mezquitas, la de Quessabin y la de Coutouvia, y cuando nos dimos cuenta estábamos en el barrio judío. A la vuelta pudimos ver un mercado, hasta ese momento creíamos que lo del cuscus era pollo, desde entonces miramos con otros ojos a las palomas. Ese día comimos por una de las calles del zoco, y ya empezamos a preparar nuestra escapada a la playa, caminando hacia la zona nueva en busca de la estación de autobuses, antes de encontrarla nos dimos un atracón de dulces marroquíes con un te. A la vuelta nos perdimos intentando pasar por una mezquita que jamás encontramos, pero q si veíamos. Terminamos la noche debatiendo los planes futuros en una terraza con vistas a toda la plaza, debatiendo si pillar un viaje al desierto o no a la vuelta de Agadir, la playa. Decidimos no pillarlo, después nos dimos cuenta que fue una acción acertadísima.
Día 19: Juan se despierta con hambre y baja corriendo a desayunar. Salimos a las 10 con la misión de llegar a la playa, antes decidimos pasar por un hostal para reservar una habita dentro de dos días. Al no hablar ni papa de árabe y no entender nada del francés de la señora que allí estaba, decidimos dejarlo. Pillamos un taxi, no sin antes regatear el precio, a la parada de autobuses, no entiendo porque no están en las cocheras y no por todo el medio, haciendo eso un lugar caótico, un lujo comparado con el sitio que nos esperaba. Nos esperaba un viaje de algo más de 4 horas en el que el único guiri era yo, Juan ya era uno más. La espera a que saliera el autobús fue algo más larga de lo deseado, desconfiando de si al llegar estarían nuestras mochilas o no, menos mal que cada cierto tiempo pasaba alguno vendiendo cualquier cosa,entreteniendonos, nunca faltaban las babuchas.
Cuando se suponía que estábamos llegando a Añadir, no! Nos estaban dejando en un pueblo de alado, que es el centro regional de transportes, Inezgane, llamado por nosotros “Ogame”, aquí, aparte de sentirte el más observado/a si eres rubio/a, se puede contemplar un tetris gigante formado por cientos de taxis. Antes de poner un pie en suelo desconocido, ya teníamos taxistas esperándonos, mandé a Juan a negociar, y cuando temía ya por mi vida le hice la seña de pillar un taxi enseguida. Ya en Agadir decidimos llenar nuestros estómagos y antes de buscar habitación nos fumamos un piti relajante en la playa, unos cuantos. Este pueblo lo llamamos el “Puerto Banús de Marruecos”, conociendo a gente muy maja, como la chica que Juan decía que me veía como un pastelito, o la recepcionista del hotel, uno de los lujos que nos dimos, junto con una cena en el paseo marítimo con espectáculo incluido.
Día 20: Bajamos a las 10 a desayunar, no sin antes pegarme con Juan para que se levantase. Fueron días de andar, después llegarían los días de jaimas. Nos dimos un paseo por la playa, a la ida hablamos con un masajista y fue nuestro “primer contacto” con la policía, llegando a territorio militar y teniéndonos que conformar con unas dunas de mentira alado. A la vuelta nos propusieron nuestro primer intercambio unos hippies, una camiseta por un viaje en moto acuática, el agua estaba muy fría. Para comer comimos a lo guiri, un buen filete con patatas. Para la cena le preguntamos a un currela del hotel donde estábamos, y nos llevó a uno de los mejores sitios donde hemos comido en todo Marruecos, Duffy. Aquí se empezó a cocer un nuevo giro en nuestros planes, llegando un mensaje a Juan de que el guía estaba en Marrakech, donde llegábamos al día siguiente. Nos fuimos a la cama todo contentos, nos fumamos un piti relajante y nos vimos una peli.
Día 21: fue una mañana tensa, desayunamos sabiendo que nos esperaban días de negociaciones, y empezamos llamando a Ali, el que supuestamente seria nuestro guía, quedamos para el día siguiente con el, ahora nos esperaba un viaje de vuelta bastante cómodo, cogiendo un taxi a la puerta del hotel y viajando en un autobús muy bueno. Con el estómago de Juanin apunto de comerme, llegamos a Marrakech y compartimos un taxi con unos guiris que parecían perdidos. Al llegar fuimos a buscar habita, encontramos una por 7 pavos y medio con ducha calentita y a Juan le parecía caro!! Por sus huevos que encontrábamos uno más barato, por 5. La habitación parecía de un loquero, todo del mismo color menos las camas, que tenían un olor bastante fuerte,eso si, las vistas eran increibles….
Cenamos en la plaza, y Juanin intentó entablar una conversación con una niña que vendía cleenex, tuvimos que hacernos pasar por gays para que Juan no tuviese que quedarse a vivir en Marruecos, casarse con una niña, y convertirse al Islam. Nos recorrimos de nuevo los zocos, esta vez le tocó el turno a los vendedores de lámparas y a un hombre saharaoui muy majete que nos enseñó y nos explicó los símbolos de las alfombras que hacían las mujeres a mano.
Día 22: Al no incluir la habita el desayuno, sólo teníamos que cruzar la calle para tomarnos un zumo de naranja natural 100% en la plaza, por sólo 30 céntimos más o menos. Nos dimos un paseo por los zocos, denominado ya a estas alturas “paseo loko”, visitando esta vez una tienda de especias, millones y millones de productos. Comimos cerca de la plaza, seguro que tajin o cuscus, este día nos lo pasamos entero con las mochilas, porque por la tarde habíamos quedado con Alí y no sabíamos cuales serian nuestros planes más cercanos. Para hacer tiempo fuimos a un parque algo retirado a fumarnos un piti relajante, aunque a mi sólo consiguió ponerme nervioso. Nos fuimos a una terraza a tomar un te, (si, a sido un viaje de desintoxicación, ni una mísera cerveza), a ya por fin quedamos con Ali, nos dijo que el guía seria su hermano, de 22 años, y nos acompañó a un hostal para dormir esa noche por 5 euros, aquí pudimos contemplar más de cerca algunas de las costumbres marroquíes, como la de ir al baño, ese conocidísimo agujero en el suelo con una manguera y un cubo alado…nos dimos una vuelta y fuimos a cenar con los colegas de los puestos de la plaza.
Día 23: Nos despertó un pive alegando que nos teníamos que cambiar a una habitación de 3 porque ese día venia Azahara!! Nos fuimos medio sobaos a una terraza de la plaza a tomarnos un te y un café, y ya puestos hicimos de guías a unos españoles que estaban algo perdidos. Comimos por una de las calles y nos fuimos a pasear por ahí, uno de esos paseos de Juanin que se lía a andar andar andar y llegas a un lugar lleno de tíos, que parecían algo estresados, con mucha prisa y formando un grupo de cientos de personas, tu piensas que te van a echar de ahí porque es una mezquita o un “lugar sagrado” o vete tu a saber, pero la curiosidad de Juan te hace comprobar que estás en…un partido de fútbol! Quedamos con Ali para ir a recoger en 4x4 a la Fátima, (Azahara), y sin darla tiempo a dejar la mochila la plantamos en medio de dos negociaciones en una, por un lado estaba Ali con un colega, que decía que iba a ser nuestro guía porque el hermano de Ali estaba currando, y por otro lado teníamos al dueño de una empresa de alquiler de coches. También estaba otra persona que no se quien era y que no hablaba. Todo desembocó en que Fátima, pálida y algo nerviosa, perdió todo el dinero que traía en pagar el alquiler del coche. Al final todo salió bieb y nos fuimos con ellos y otro pive que parecía un sultán a un hotelazo con piscina, jaimas, tumbonas, amacas, palmeras….y que encima estaban rodando una película, ’24 horas Marrakech’, nos enteramos que el sultán era uno de los directores, nos prometieron un te que nunca llegó, y muertos de hambre nos fuimos a cenar ya los 3 a la plaza, a q Azahara disfrutase de la calida bienvenida de los lugareños, las serpientes, los cuentacuentos, las tatuadoras de genha. Intentamos dar un paseo, pero no había nada ni nadie ya por las calles, así que nos fuimos a dormir.
Día 24: Comienza nuestro viaje hacia el sur, quedamos con Omar, el guía, y partimos en dirección a Ouarzazate, cruzando el impresionante Atlas. Al llegar a Ouarzazate, intentamos comprar algo para comer en el camino a las gargantas del Dádes, donde dormiríamos.
Maldita la hora en que compramos una barra de pavo con multitud de especias que le daba un color rojo fúnebre, lo llamamos “Playdock”, fue el detonante entre Juanin y su tripa, haciéndole pasar verdaderos momentos de estruendo. Entre montañas y carreteras serpenteantes, llegamos a las gargantas, a un hotel alado del paso de las gargantas, separados por un río. Omar nos invitó a cenar con el y los dueños y encargados del hotel, nos pusimos las botas, sin saber que eso era una merienda y después vendría la cena. Más tarde nos enteramos de que los árabes en Ramadán desayunan a las 7 de la tarde, comen a las 12 de la noche, y a las 3 de la mañana cenan. Después de llenar los estómagos nos fuimos a una terraza apartada del hotel donde vimos el mayor número de estrellas que jamás habíamos visto, apreciando incluso las nebulosas, nos fumamos unos pitis relajantes y escuchamos las historietas del guía. Nos dormimos prontito y bastante relajados.
Día 25: Esa mañana la tripa de Juan no le permitió levantarse, y Azahara y yo nos fuimos a desayunar, nos pusieron cola cao!! Y unas tortas que estaban buenísimas, al enfermito le llevamos agua con limón. Nos pusimos en camino a las gargantas del Todra, haciendo una breve parada en una colina a lo alto de un pueblo todo de adobe en donde habían rodado partes de Gladiator, en donde dormiríamos a la vuelta. Una vez que llegamos a las gargantas, esta vez si que paseamos entre medias de ellas, cruzando un río piedra por piedra, cuando nos dimos cuenta estábamos rodeados de gente, unos querían ayudarnos a cruzar, otros nuestra pasta, otros nuestro papel, medio librillo del de 300 que se llevó el menda…Azahara huyó corriendo a las montañas, teniendo que escalar y no sabiendo después como bajar. Decidimos irnos ya a la Kasbah a cenar, eran días de un Ramadán adaptado que nos hicimos nosotros, desayunábamos fuerte y ya hasta la cena na de na. Aquí empezaron los momentos ‘jaimas’ estando too tiraos esa noche en la del hotel hasta que nos echaron a dormir.
1 comentario:
joeeee papi, pedazo historia!!! eso si yo a ti si que te voy a quemar a lo gonzo!!!...es bonzo meloooooooooon. pero me he echado mis risillas....aajjajaja, y lo de los pitis relajantes tambien me encanta...
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